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Charo, una peluquera del barrio de San Antón, decide trasladar su negocio a la calle, (el cual habitaba en un salón de 18m2 de una vivienda) con el objetivo de ampliar su clientela habitual al mismo tiempo que su actividad.

Se disponen de 50 m2 para un salón de peluquería con gabinete de estética, se propone una estructura modular de 30x30 con varillas de  acero que configura todo el espacio, convirtiéndose ésta en la protagonista de todo el funcionamiento de la actividad, distribuyendo cada uno de los espacios sin perder visibilidad, desdoblando todas las estancias, generando a su vez, un recorrido abierto y continuo.